Las capacidades sensorio motrices, simbólicas o de
razonamiento, como aspectos esenciales del desarrollo del individuo, son las
que condicionan el origen y la evolución del juego.
Piaget asocia tres estructuras básicas del juego con las
fases evolutivas del pensamiento humano: el juego es simple ejercicio (parecido
al anima); el juego simbólico (abstracto, ficticio); y el juego reglado
(colectivo, resultado de un acuerdo de grupo).
Piaget se centró principalmente en la cognición sin dedicar
demasiada atención a las emociones y las motivaciones de los niños. El tema
central de su trabajo es “una inteligencia” o una “lógica” que adopta
diferentes formas a medida que la persona se desarrolla. Presenta una teoría
del desarrollo por etapas. Cada etapa supone la consistencia y la armonía de todas
las funciones cognitivas en relación a un determinado nivel de desarrollo.
También implica discontinuidad, hecho que supone que cada etapa sucesiva es
cualitativamente diferente a el anterior, incluso teniendo en cuenta que
durante la transición de una etapa a otra, se pueden construir e incorporar
elementos de la etapa anterior.
Piaget divide el desarrollo cognitivo en cuatro etapas: la
etapa sensomotriz (desde el nacimiento hasta los dos años), la etapa pre
operativa (de los dos a los seis años), la etapa operativa o concreta (de los
seis o siete años hasta los once) y la etapa del pensamiento operativo formal
(desde los doce años aproximadamente en lo sucesivo).

Durante la segunda etapa, la etapa pre operativa el niño
representa el mundo a su manera (juegos, imágenes, lenguaje y dibujos
fantásticos) y actúa sobre estas representaciones como sí creyera en ellas.

Piaget ve el desarrollo como una interacción entre la
madurez física (organización de los cambios anatómicos y fisiológicos) y la
experiencia. Es a través de estas experiencias que los niños adquieren conocimiento
y entienden. De aquí el concepto de constructivismo y el paradigma entre la
pedagogía constructivista y el currículum.

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